Sunday, August 30, 2015

Reflexión # 1

Después de tres años sin visitar mi casa materna por asuntos laborales, por fin regresaba a visitar a mi familia. La visita habría sido normal, pero el suceso que se presentó justo el día de mi llegada me dejó pensando por mucho tiempo.

Esa mañana de noviembre, después de entrar a la casa y mientras desayunaba, alguien tocó a la puerta y mi madre salió a atender; minutos más tarde ella me contó que la vecina del frente había muerto.

A la vecina la conocíamos desde 1987 cuando nos mudamos al barrio, mi abuela hizo amistad con ella y desde entonces era común que ella visitara nuestra casa y mi abuela le compartiera comidas que preparaba.

La vecina fue hija única y quedó huérfana siendo muy pequeña, quedando al cuidado de una de sus tías. Aunque ella tuvo sus pretendientes nunca se casó y cuidó de su tía hasta la muerte. Después de la muerte de la tía, la vecina quedó sola en una casa grande y aunque intentó convivir con el novio de toda su vida, la relación fracasó porque ella no se sentía cómoda viviendo con otra persona. El tiempo pasó y la salud mental de la vecina se fue deteriorando gradualmente, al final de sus días ella no tenía noción de nada. De acuerdo al informe forense, la vecina murió entre las 5:00 - 5:30 de la mañana, la encontraron en el baño, desplomada sobre el sanitario.

Ese suceso movió fibras sensibles dentro de mi. Nunca me había detenido a pensar en las consecuencias que trae una vida solitaria. Morir de manera repentina y que puedan pasar uno o más días antes de ser encontrado por alguna persona me pareció un triste e injusto final para cualquiera.

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