Cuentos Crueles, Crudos y Cortos. Parte 3

Lavaba con rabia las tripas del marrano que acababan de matar, siendo la niña consentida no tenía porque dedicarase a tales menesteres; esa era la forma de vida de su familia, el modo de ganar dinero y poner comida sobre la mesa y aún así lo detestaba. Sentía cerca de su cara el hedor de los excrementos del marrano y sintió naúseas; era la única de sus hermanos que estudiaba. Sus padres, unos humildes campesinos que al sonreír dejaban ver los agujeros causados por una mala higiene bucal. Los odiaba profundamente, todos los días lamenteba el hecho de ser pobre. Cuando las terminó de lavar, dejandolé hartos residuos de excremento a las tripas, su familia la dejó en paz pensando en que un excremento más, uno menos, no hacía la diferencia. En la madrugada del domingo, su madre junto a sus otras hermanas fueron al pueblo a vender la rellena excrementosa. Se acercaba mediodía y su familia no regresaba, no le importó. Media hora despues, sintio como estallidos de polvora a lo lejos; el ruido venía del pueblo y decidió ir en su bicicleta a ver que estaba pasando, más cuál no sería su asombro cuando llegó y vió las casas, animales y humanos ardiendo en llamas.